RELATOS


¿Crees en la magia?


Cuando salí de aquella consulta, estaba hipnotizado por un destino incierto, los coches y las gentes que circulaban por la calle parecían que venían como flechas a clavarse en mi cuerpo. El simple viento me producía pinchazos al roce con mi piel. Mi desesperación era como un quejido al viento, un lamento que se pierde en el silencio. Murmullos de personas con rumbo fijo, tal vez a ninguna parte y sobre todo el sonido inalterable de cientos de clasons que tras meterse en mi cabeza me devolvieron a la cruel realidad. 

El doctor tenía que haberse equivocado eso no podía pasarme a mi. Llevaba años siguiendo una dieta vegetariana, no fumaba, no tomaba alcohol y practicaba deporte diariamente. Nada de sal. Eso solo le pasaba a la gente que llevaba mala vida.

-Tiene usted un cáncer de pulmón de grado IV, diseminado por los ganglios linfáticos. –entiende lo que quiere decir esto- 

No yo ya no entendía nada, mis oídos se cerraron por completo y en mi mente era la frase que repetía una y otra vez. Todo mi mundo se derrumbó en segundos como un castillo de naipes. Solo podía en pensar en Lucy. Ahora cuando la había conocido después de tantos años. El azar me clavaba uno de sus dardos envenenados.
La danza de la vida muestra matices insospechados, cuando hace unos meses aquella muchacha de cabello largo y oscuro, mirada penetrante y seductora, se acercó a mi trabajo, la otra realidad cambió mi vida. Un mundo de competición como si fuera una carrera, construido en la mas completa soledad, rodeado de todos los placeres que proporciona la vida, menos la vida misma. 

Siempre jugando para ser el mejor, ser el primero de una lista que me abriría muchas puertas. Aspirando a alcanzar una libertad que me mantenía preso en mi propia cárcel, dibujada con barrotes de los excesos de confianza. 
Mi tiempo para el amor parece ser que había terminado, aunque no sé si alguna vez llegó a comenzar. 

Por eso aquella mañana en la que el sol brillaba con fuerza, sentí que no podía respirar, que todos mis impulsos, mis emociones se quedaban encerradas con los lamentos entrecortados de un aire que pugnaba por alcanzar mis pulmones de un exterior que me había ofrecido tantas cosas, pero que me negó una de las mas importantes. 
Había pasado solo un més desde que camine sin rumbo al salir de aquella consulta. Lucy había sido mi ancla. El atraque de un barco que se va a la deriva. Mi salvavidas, mi conexión con los últimos resquicios de realidad. 
Había estado a mi lado todo este tiempo sofocando mis convulsiones, calmando mis dolores con su sabiduría, con su entrega. 
Agradecía sus silencios y aquellas miradas que lo decían todo. Tal vez eso había sido lo único bueno que me había deparado la vida. Saber amar, sin poder demostrar el amor aunque no fuera responsable de todo lo sucedido. 
El perdón por no haber estado a la altura de las circunstancias, sin ni siquiera haber podido dar ayuda en los momentos de necesidad. 

Su mirada me devolvió a la realidad. 

Y su voz rasgó el silencio: 
¿crees en la magia? 

Cuando Lucy dijo esas palabras vinieron a mi mente en décimas de segundos todos los momentos de mi infancia. 
El tacto aterciopelado de la lana de las chaquetas con las que mi madre vestía mi delicado cuerpo. Sus labios húmedos besando mis manos. Y sobre todo sus ojos, esa mirada repleta de ternura que pugnaba por sobrevivir a los desaires del destino. 
Debía ser por que yo no pude vivir esos momentos con ella, me perdí su primer llanto, sus primeras sonrisas, sus primeras palabras, sus primeros besos.. 
La vida nos había hecho vivir separados, por eso cuando apareció en mi vida, después de la sorpresa inicial, pensé que el destino nos había dado una nueva oportunidad. 
Que ironía la del destino. Que cruel es el destino 
Si Lucy. Creo en la magía 
Al pronunciar aquellas palabras sentí un estremecimiento desgarrador por todo mi cuerpo, el desvanecimiento de un corazón acompasado cual las últimas notas del bolero de ravel, interpretado por la orquesta de la vida. Una muestra de ese amor incondicional que logró superar el abandono. 
Luego vino el silencio. Y después del silencio solo hubo la luz. Una luz brillante que se fundía con la pureza de las estrellas del cielo. 
    Si Lucy, hija mía, - repetí - creo en la magia. 


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